El caso para abordar el género y el poder en la educación sobre sexualidad y VIH: una revisión exhaustiva de los estudios de evaluación

Comenta:
Dra. Andrea Von Hoveling S.
Ginecóloga Infanto Juvenil.
Clínica Santa María, hospital El Carmen.

Haberland NA. The case for addressing gender and power in sexuality and HIV education: a
comprehensive review of evaluation studies. Int Perspect Sex Reprod Health. 2015
Mar;41(1):31-42. doi: 10.1363/4103115. PMID: 25856235.

Desde hace mucho tiempo que el tema de la educación sexual avanza un paso y retrocede
dos. Nos quedamos entrampados en las diferencias, politizamos el tema (como que la
sexualidad no nos involucrara a todos y todas) y caemos en absurdos tales como, que “a mis
hijos los educo yo”, siendo que ninguna postura ha dicho lo contrario.
¿Qué hacer con un escenario social tan poco auspicioso? En una maniobra desesperada,
podemos volver al origen y hacer lo que estamos tan habituados a hacer en medicina.
Estudiar. Leer. Buscar evidencia.

El artículo que invito a leer es un resumen de la evidencia respecto a programas exitosos de
educación sexual. No es tan nuevo pero es muy bueno. Los trabajos analizados no son
metodológicamente perfectos, es cierto. Y es que hay cosas imposibles en esta materia. El
doble ciego es imposible, por ejemplo. Y hay otras cosas eventualmente factibles, pero
éticamente impresentables. ¿Permitiríamos un estudio ciego y randomizado en que el 50% de
los y las adolescentes en una institución fueran a recibir información deliberadamente falsa?
¿Sería ético tener un grupo intervenido y un grupo control?

¿Y qué nos dice la evidencia? Que la educación sexual adecuada y precoz produce una
postergación de la edad de inicio sexual y una mayor utilización de métodos que previenen
las consecuencias del sexo desprotegido, con la consecuente disminución de embarazos no
deseados y contagio de infecciones de transmisión sexual. También hay evidencia emergente
que sugiere que disminuye el abuso sexual infantil y que mejora el ambiente escolar para
niños, niñas y adolescentes pertenecientes a la diversidad sexogenérica (esto no se alcanzó a
abordar en este trabajo pero considero fundamental mencionarlo). Los modelos exitosos son
de inicio precoz durante la infancia, respetuosos de la etapa de maduración de cada edad,
basados en el conocimiento científico y culturalmente adecuados al entorno. Otra variable
importante es que integran una perspectiva de género y de derechos. Esto último no es
antojadizo ni implica la aplicación de una agenda política o valórica, sino que es hacerse
cargo de que hay poblaciones (mujeres, comunidad LGTBIQ+, personas en situación de
discapacidad, etc.) que son más vulneradas en sus derechos sexuales y reproductivos.
Si la evidencia que la respalda es categórica, ¿cuál es el impedimento para llegar a un
acuerdo transversal que nos permita proteger a la infancia y adolescencia de nuestro país?
Lamentablemente nos centramos en lo que nos divide, en vez de buscar los espacios de
convergencia.

La evidencia es imperfecta, pero existe. Quizás más importante, nunca va a existir mejor
evidencia. Aferrémonos a ella cuando nos llegue el momento de opinar. Y, por favor,
¡opinemos! ¡En voz alta y clara! Tenemos una responsabilidad como profesionales de la
salud sexual y reproductiva de Chile.

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